sábado, 1 de octubre de 2016

Eva

Eva., era una niña soñadora y realmente muy especial. Un día por la mañana se dijo así misma:
-Querido abuelo, hoy me levante muy temprano en busca de las montañas y las nubes entre los árboles. Corriendo fui tras una mariposa, tal vez la última que he visto cerca. El río donde me contabas tantas historias hoy se ha secado. Como me gustaría poder escuchar el canto alegre de los pajaritos o murmullo de las chicharras. Sentirme libre y sin temores. Oh! Querido abuelo, me haces mucha falta. Te acuerdas que solía correr descalza sobre la tierra y tirarme al final de mi carrera sobre el pasto húmedo lleno de rocío de la mañana. Contigo conocí las luciérnagas, esas hermosas lucecitas danzantes que en la noche oscura me hacían jugar. Y que decir del viento en otoño, los árboles mecidos dejaban caer sus hojas las cuales utilizaba para hacer collares. Me enseñaste la magia de los momentos y el placer de vivir. De niños podíamos beber agua del río, comer frutas regaladas por los vecinos, las puertas de todos eran abiertas sin temor alguno. El camino era una noble invitación a seguir adelante, siempre adelante. Te acuerdas de las ardillas, de las iguanas o incluso de las abejas. Si., abuelo me enseñaste un colmenar, vi la siembra del maíz y del frijol. Probé la riqueza del nopal y los erizos. Hoy recuerdo también el aroma del café, aquel que con tus manos te dedicadas a cortar después de muchos años de haberlo sembrado. La casa se llenaba de humo al tostarlo y el resultado final era una olla de café del cual todos bebíamos. Pero como ha pasado el tiempo y todo eso se ha ido perdiendo. Correr por el mundo ahora lleno de peligros, los seres humanos se humillan unos a otros. La naturaleza se está muriendo y con ella la sensatez del hombre. Abuelo, yo no quiero vivir en un mundo así. Donde predominan la arrogancia y la avaricia. Por eso., hoy en la mañana decidí hacer algo diferente, daré de beber con amor a las plantas, saludaré con afecto al viajero y daré mi mano amiga al extraño. Cuidaré del mundo que me dejaste y contaré las historias que me diste. Y así agradeceré a la tierra, al viento y a la lluvia, la oportunidad que posee un ser como yo, la cual es mejorar con pasión el mundo donde vive. Pues el valor de las palabras se ve reflejada en los hechos y acciones-
Eva., llevaba en sus manos un retoño de un sauce, aquel día lo sembró con la esperanza de verlo crecer. De regreso a casa lo miro, lo había colocado en medio de una zona habitacional, pero eso no le importó con todo su corazón quería dejar algo suyo en aquel lugar donde le tocó nacer...

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