lunes, 19 de noviembre de 2018

Obsequios

Una mañana, un señor de avanzada edad empezó a regalar todas sus pertenencias. Se detuvo a media plaza y en el suelo puso lo único que tenía: Un martillo, un cuaderno y una vieja cobija....

La gente lo observó y en ves de aceptar sus regalos le empezaron a dejar unas monedas, todo aquel que lo que vio hizo lo mismo...

Un joven se presentó, se detuvo un momento y preguntó: ¿De verdad regalas todo esto? El anciano asentó con la mirada y le ofreció el martillo. Sin preguntar más el joven lo tomó y se fue.

La gente seguía dándole monedas, todas ellas caían junto a él. Sin embargo no las guardaba.

Pasaron unos minutos y un pequeño se paro frente a él, lo miro y le dijo: ¿Me regalas tu cuaderno? El anciano se levantó, lo sacudió un poco y se lo entregó en la mano.

Así estuvo todo el día, esperando y recibiendo monedas, al caer la noche un indigente que caminaba sin rumbo lo vio y le pidió la cobija, el anciano si preguntar se la dio y en sus manos entregó algunas monedas que había recibido aquella tarde.

Ya era de noche cuando decidió retirarse, ahora ya no tenía nada, sus pasos eran menos pesados, ya no tenía frío y mucho menos preocupaciones. Había dejado todo aquello que le fue útil y ahora ya de nada le servía.

El tiempo daría una última lección. El joven del martillo hizo de su vida lo que muy pocos ha de hacer, un excelente trabajo. El niño del cuaderno fue recordado por lo que escribió y el vagabundo de la cobija, esa noche cubrió su cuerpo y al día siguiente la regalo al mundo, pues pensó en compartir lo que le fue dado.

Aquel anciano murió una noche y todo el pueblo lo recordó. Porque construyó, enseñó y compartió lo que no era de él, sino del mundo entero....

Autor
Mauricio Zamora
Seudónimo
Corazón de Muñeco

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