jueves, 12 de diciembre de 2019

El tesoro del Rey

El rey pidió a su pueblo encontrar un tesoro, pero no era cualquier riqueza. Tras miles de años se decía que existia una riqueza tal, que los hombres no la lograrian ver con los ojos, por tal motivo nunca era encontrada. Muchas expediciones salieron en su búsqueda y la gente regresaba derrotada o moría en el intento. El rey estaba apunto de morir y su heredero al trono quería darle ese regalo. El joven visionario pensó en hacerse de los mejores buscadores, prometiendo compartir la riqueza. Así fue qué uno a uno llegaron al reino. El primero conocía todos los caminos, se decía que había llegado asta el fin del mundo o al menos eso creía. El segundo tenia la cualidad de hablar con los animales, ellos sabían de historias, pues sus ancestros iban dejando tal información. El tercero era muy bueno en el diálogo, podía crear guerras de la nada o terminarlas con solo oírlo hablar. El cuarto era una mujer, su belleza inigualable, toda una diosa, sus encantos podían seducir al más cuerdo de los hombres. El quinto buscador era un hombre de fe, no predicaba religión alguna, era uno de esos hombres que al mirarte hacia encontrarte a ti mismo ¡Efectivamente! Su paz interior surgía al instante. El sexto era un ladrón muy buscado, se decía que él había robado las joyas más valiosas del mundo, se apoderó de los rayos de luz, del viento del alma y del primer suspiro de vida. Aunque parezca increíble los buscadores eran muy estraños y más extraño fue el último. Este llego en silencio, con capa, una daga y el fuego de la muerte. Ellos sería los buscadores de ese gran tesoro, el hijo del rey encabezaria tal azaña. En otoño salieron, la gente del pueblo los vio partir. Viajaron por muchos lugares, llanuras, pueblos, mares, ríos y desiertos. El joven poco a poco se estaba desesperando, pues no encontraban nada de lo encomendado. Una mañana se sento a la orilla del río, ahí la vio, una joven mujer se presento llorando. ¿Tu eres el hijo del rey? Le pregunto ¡Claro! Dime en que te puedo servir... ¡Mi madre esta muriendo de extraña enfermedad! ¿Me podrás ayudar? El joven entendía bien su dolor, pues el rey estaba en la misma situación, entonces llamo a uno de sus buscadores.. Frente a ellos se presento el de la capa, sus ojos negros eran penetrantes. Los tres llegaron a la casa de la joven, la señora lo noto y tembló de miedo, la muerte estaba en su hogar. ¿Me llevaras? El hombre de negro, saco su daga y sin hablar corto el hilo de la muerte, y con ello prolongaria la vida de la señora. La joven no sabia como agradecer, y dió a los viajeros comida y bebida, beso las manos del joven y así siguieron su camino. Días después la guerra había empezado, varios pueblos se enfrentaron, el hambre, la enfermedad y la miseria cobraría muchas víctimas. ¿Usted es el heredero? Ayúdenos... El joven apretó los puños, miró el desastre y llamo a otro buscador. Ahora le toco al ladrón famoso. Le pidió traer de vuelta la paz qué había sido robada. El hombre se abrió camino en el bosque y en unas cuantas horas trajo el encargo. Tal ves el pueblo había caído en errores y por eso se iniciaron las guerras, entonces el buscador más importante en ese instante sería el que entablaria el diálogo. Hablaron por horas, asta que lograron un acuerdo. El pueblo celebró y los despidió efusivamente. Las montañas eran interminables, la niebla, la lluvia, el sol. Pero a pesar de todo seguían buscando ese gran tesoro. En medio del desierto encontraron una ciudad, era un pueblo a punto de desaparecer, pero no por falta de gente, sino por falta de unión. ¿Porque cuelgan a ese hombre? ¡Es que ha pisado una tierra qué no es suya! La gente gritaba, lanzaba cosas y vociferaba ¡Matenlo! Fue cuando el buscador de fe habló: La tierra que esta en sus manos desaparecerá por ayuda del agua, el aire qué respiran se irá al momento de dormir y la vida les será quitada aun cuando se aferren a ella. Nada les pertenece. Entonces prendió fuego a la soga, el hombre cayó al suelo y la gente ardió en sus palabras, quedaron en silencio. Los meses pasaron, los días se hacían enternos y no encontraban ese gran tesoro.. Un anciano se presento, llevaba equipaje y algo de comida. ¡Tu serás rey! Grito de rodillas Gracias buen hombre ¿En que te puedo ayudar? Mi hijo esta perdido, no lo puedo encontrar, se perdió pero no físicamente. Su mente está en otro universo, dice que las estrellas le hablan y oye voces angelicales. Fue ahora el turno de la bella buscadora, sin preguntar el nombre lo encontró. Efectivamente ese joven estaba sentado en un granero. Cuando la vio se levantó lleno de jubilo.. ¡Sabia que existías! Te rogué en mis sueños, te pedí a los dioses y te grité en mis pensamientos. ¡Toma, te regalo esta joya! Y dile a mi padre que no estoy loco. Explicale qué soy un poeta, que vive para resaltar la belleza de la mujer, que venera todas las cualidades de un ser tan exquisito y delicado. Por ello ahora estoy feliz, porque estás aquí frente a mi. El anciano se alegro de su hijo y los buscadores siguieron su camino.... Los caminos no terminaban, pues el buscador se las sabía de todas, por aquí por allá los hacia pasar. Cruzaron penumbras, cuevas, peligros e infinidad de subidas y bajadas. ¡Detengnse! Grito el segundo buscador, ahí enfrente los animales están en pidiendo misericordia. ¡Queremos ser tratados con dignidad! Un conejo blanco y hermoso habló, queremos lo mismo que ustedes ¡Díganle al rey esto y seremos amigos eternamente! ¡Pidan lo que quieran! El hijo del rey pensó, y pidió lo siguiente: -Mi padre me mando encontrar el más grande de los tesoros, esa riqueza que no se ve con los ojos, y que dura asta el fin de los tiempos ¿Saben donde está? ¡Claro! Estás en ella, con ella y siempre en ella. La riqueza de la cual habló tu padre es el mundo, has caminado, ayudaste, compartiste, entregaste, fuiste justo, hablaste y viniste. Y lo que buscas es el Amor...Este tesoro esta en ti, y tu padre solo te hizo hacerlo más grande. Tuviste que viajar y caminar, te rodeo de estos buscadores, que al final eran tu mismo. Entonces ve casa y cuenta todo esto al rey. Cuando llegues le das este regalo, es muy sencillo pero se lo da su amigo el conejo.. El joven dio gracias, se despidió y volvió al reino. ¡Padre lo encontré! ¡Lo sabía y yo también encontré a mi hijo! Te manda esto el señor conejo! El rey abrió la caja y su cara se llenó de alegría, en sus manos estaba una semilla y una carta qué decía: "... Esta es la semilla de la felicidad, el tesoro qué enviaste a encontrar a tu hijo..." Autor Mauricio Zamora Si te gusta esta historia compártela

No hay comentarios.:

Publicar un comentario