jueves, 11 de mayo de 2017

Vida

Aquella tarde era un encuentro de apuestas muy singular y casi intrépido. Los hombres que asistieron a la partida irían por todo y aún sin explicar a detalle las reglas, dio inicio el juego. La apuesta de valor más alto era la vida pero esa mano todavía no sería jugada. Por ello los jugadores empezaron con las apuestas mínimas. Se repartieron las cartas y el primero de la izquierda abrió, luego dijo así:
-Apuesto mis dos piernas a la carta más alta- todos aceptaron pues aquel hombre era un excelente corredor y ganador de muchas competencias pero desafortunadamente ese día perdió- fue el primero en dejar la mesa. La siguiente apuesta subió de grado y otro hombre habló. 
-Yo apuesto mis dos manos en una partida de ajedrez- ese hombre era muy famoso por sus obras de arte, un pintor muy reconocido en todos lados, sin embargo también perdió. 
Los ánimos subían de tono y todos querían apostar así que continuaron. 
-Yo apuesto mi memoria y conocimientos en una partida de dominó- Quizás era lógico que ganaría, un hombre culto, estudioso, conocedor de las matemáticas y otras ciencias, pero de la misma manera también perdió. Todos ya estaban emocionados y otro hombre apostó. 
-Van mis riquezas y propiedades, todo en un volado, hoy estoy de suerte y ganaré- Pero para su tan ansiado triunfo esta ves también perdió. 
Los minutos pasaban y uno a uno todos los hombres perdían, unos mucho otros poco, pero todo aquel que apostaba le pasaba lo mismo. 
Finalmente un hombre sencillo apareció, vestía humilde, de camisa color café y zapatos negros, no llevaba accesorios solo un poco de maíz y frijol. Y ésta fue su apuesta:
-Hoy vengo apostar lo único que tengo, mi maíz y mi frijol. Porque mis manos están tan cansadas de trabajar la tierra que creo ya no valen nada. No puedo apostar conocimiento porque nunca tuve la oportunidad de estudiar y tampoco tengo propiedades solo un pequeño huerto donde toda mi vida he cosechado maíz y frijol. Mis piernas son débiles ya que he caminado tanto y todos los días que hoy aún no dejo de caminar. Por eso mi apuesta es esto, un poco de maíz y unos cuantos granos de frijol-
Todos lo miraron y aceptaron el reto ¿Pero en que juego lo apostaría? Y dijo así:
- Voy a jugar mi maíz y frijol a los dados y les diré como no caerán- Todos se negaron, esa era una apuesta absurda, pero también se dieron cuenta que era una apuesta inversa. Si decía que 7 no caería, existía la posibilidad de que si y de esta manera perdería. Los dados se lanzaron y efectivamente esta ves hubo un ganador. El apostó en que el número 1 no caería y así fue. Fue entonces que recibió las apuestas pérdidas por los demás haciéndose muy rico y minutos después le preguntaron:
-¿Que vas hacer con lo que ganaste?- y el respondió 
- Voy a sembrar maíz y frijol-
-¿Porque? ¿Si ya tienes todo?-
-Pues, porque el maíz y el frijol siempre han sido mi vida- Ahí todos se dieron cuenta que la apuesta más alta estuvo en la mesa y que cuando se apuesta a la vida, el hombre siempre será ganador.

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