Un hombre hablo en aquél templo...
-También me es imposible mirar., poco a poco me he quedado ciego-
Solamente se escuchaba su voz...
-Sin embargo., siento gran dolor al dar mis pasos-
El eco repetido tocaba todas las paredes...
-Hambre tengo e inmensa sed., pero no puedo saciar mi necesidad-
Aunque el templo era grande., aquella voz llenaba todos los rincones...
-Padre., ¿Será que me he quedado sordo? Porque no te alcanzo a escuchar-
El silencio se hizo total., hombre y mundo entrelazados en un mar de confusión. Un ave cantó., era una canto hermoso, capaz de hacer vibrar el alma. Entre sus patas llevaba una flor y la colocó precisamente a los pies de aquel hombre., su aroma se expandió por todo el lugar, llenando de una exquisitez todo el recinto...
El hombre se sentía tan feliz, que caminó...
-Mis pies tocan la suavidad de la tierra., puedo sentir-
Lo que no sabía el hombre era que al abrir de nuevo sus ojos encontraría frente a él una hermosa mujer. Ella había guardado silencio todo ese tiempo, sin voltear. Minutos antes había expresado exactamente lo mismo, pidiendo ser escuchada.. Pero no pretendía cortar aquellas palabras. El hombre pudo volver a mirar, oír y respirar. La respuesta la tenia enfrente. La miro detenidamente, se le acercó. En sus manos llevaba un ramo de rosas blancas, igual a la que fue colocada a sus pies. El ave, los miró.. Las rosas adornaron... El piso se hizo suave como la arena. El hombre se sentó junto a ella. El templo fue escenario majestuoso. Se miraron fijamente y juntos leyeron algo escrito ahí donde estaban...
Instantes después salieron., tomados de las manos. Dejando de regalo las rosas. El canto del ave fue sin duda el inicio de una de las mejores melodías en aquél día.
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