lunes, 10 de diciembre de 2018

El último amigo

Solo tenía unas horas, sus amigos ya habían llegado, la fiesta debió empezar. Dijo: "... suelten a mi perro, el también deberá estar..." Varías cartas en el buzón que jamás fueron leídas, ni entregadas, pero de eso nadie se interesó. La hora final sería a medio día, para que decir de noche, eso daba igual  ¿Quien pregunto por el? Supuestamente todos lo conocían, sin embargo se hizo la pregunta y se respondió. Era un conocido de la infancia, quizás un buen amigo, pero más bien el compañero de juego y travesuras. En esos momentos el cura pidió permiso, los hombres de Dios también deberían entrar al cielo y el sacerdote entregaría la llave. Los minutos seguían avanzando, los propietarios del lugar veían con éxito el suceso, no por lo que ocurrió, sino por el beneficio que obtendrían. Así es, lo material estaba en juego, pero no así las emociones, éstas eran punto y aparte. Después de una hora de espera, llegó un mensajero, preguntando por el festejo dijo lo sigue: "... Les traigo la cuenta de lo que han pedido..." se vieron unos con otros, a regañadientes ocultaron sus ideas y pensamientos. La sociedad no puede quedar mal, aún cuando eran invitados, aceptaron lo que más les convenía. Total, el mensajero dejó el paquete, la caja era grande y cupo muy bien en la sala. Dos horas después se serviría el banquete, un vecino tuvo la gentileza de brindar un servicio de calidad, un tamal y café negro. Por cierto, dos señoras comentaron: "...amiga dicen que el café es afrodisíaco..." la verdad nadie les hizo caso, los presentes estaban entretenidos con quitar hojas, y ver donde las ponían, porque botes de basura no había. Finalmente se dio la presentación del festejado, se enumeraron sus historias y aventuras, se canto en su nombre, todo esto con un gesto de respeto y admiración. El tiempo se había agotado, ahora la fiesta tendría que ser terminada. Pero alguien grito: "...Que siga la fiesta, yo pago las que siguen..." "...mi amigo no se irá, su cuerpo se va, pero él se queda..." El perro, siguió la caja con la mirada, su protector estaba ahí, los animales no entienden el lenguaje de los humanos, por eso siempre estuvo presente. Él lloró en silencio, cuando ladro lo callaron y lo sacaron a la calle, por eso se metió a escondidas y se puso en guardia, a los pies de su amo. La fiesta continuaría por días y años. Un amigo sincero jamás volvió a ser el mismo, sus horas serían contadas, al final de la hora marcada se volverán a encontrar y cuando esto suceda, el que fuera festejado tendrá al amigo a un lado, asta el final de los tiempos....

Autor
Mauricio Zamora
Seudónimo
Corazón de Muñeco

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