lunes, 16 de mayo de 2016

El Encanto del Diamante

Había un muchacho muy conocido en aquella aldea, se llamaba Manolo. Su padre le enseñó el oficio de relojero., reparaban toda clase de relojes. Las damas de la alta sociedad acudían a ellos con frecuencia. Como los relojes de aquella época eran de cuerda fácilmente se descomponían. Un día como cualquier otro de trabajo... Manolo, el relojero estaba concentrado aceitando y dando cuerda a un viejo reloj de pared. Su padre lo había dejado encargado aquella mañana. 
- El arte de reparar relojes es muy especial e importante hijo mío., nadie puede apartarse del transcurso del tiempo., las horas y los minutos guían muestras vidas, dándole orden y sentido al presente, pasado y futuro. Aprende bien este oficio, pues te dará muchas satisfacciones- estas fueron las palabras de su viejo padre antes de partir y Manolo las sabía muy bien. Tan concentrado estaba trabajando, que no se percató de la presencia de aquel anciano. 
-Buenas tardes, busco a tu padre el dueño de este lugar- Manolo alzó la mirada., de arriba abajo miró al anciano y dijo... 
-Mi padre no está pero en que le puedo servir-
-Traigo un encargo del rey-
-Diga usted ¿Algo que reparar?
 - ¡Claro que sí! ¡Este reloj!- Sacando de entre sus ropas, colocó sobre el mostrador un antiguo y muy viejo reloj. 
-El rey pagará muy bien sus servicios- El muchacho pregunto nuevamente…
-¿Cuándo desea se le entregue el reloj?-
-El rey lo quiere al tercer día, a las tres de la tarde, del tercer mes por venir- Manolo no entendía del porque tantas indicaciones. 
-Estamos a primero de marzo. Es el tercer mes ¿Entonces en tres días?-
-¡Exacto!- Y sin decir más el anciano salió igual que como había entrado. Minutos después llegó el padre de Manolo y ya estando juntos le platico lo sucedido aquella tarde. 
-¡Muy bien! Tienes tres días para reparar ese reloj., apúrate y cumple al rey su encomienda- Al día sigue muy temprano, el joven Manolo puso manos a la obra, se acomodó en su mesa de trabajo y abrió el viejo reloj. Para su sorpresa el interior de aquella pieza estaba lleno de joyas., pequeños diamantes unían cada uno de los engranajes. Sin embargo faltaba uno en el centro, el principal y más importante de todos., el que mantenía la cuerda y hacia girar las manecillas. Manolo lo observó detenidamente, y noto algo muy curioso. El diamante que faltaba tenia forma de corazón. 
-Padre he dado con la falla., pero creo será imposible dar reparación a éste reloj. Se necesita de un diamante en forma de corazón y que coincida exactamente en el lugar vacío donde está el engranaje principal- 
-Hijo mío, para ti no hay imposibles ¿Acaso te darás por vencido antes de empezar? 
-Claro que no papa., tú me has dicho que todo se puede hacer con paciencia y dedicación. La persistencia lleva el éxito. Entonces lo haré ¡Ya lo veras!-
Toda esa mañana Manolo aceito, limpio y pulió el viejo reloj. Le dedicó tiempo, esfuerzo y paciencia. Y a medio día solo faltaba el diamante, la última pieza por conseguir. 
-Papá., está todo listo ¿Dónde conseguiré el diamante?-
-Hijo, ese tendrás que buscarlo en las afueras de la aldea, en la cueva del encanto, ahí se formaron los más finos diamantes del mundo- Manolo sabía de la cueva, de las historias contadas sobre ella, del encanto que poseía y había sido tumba de muchos buscadores de tesoros. Pero pese a ello decidió cumplir con su tarea. Guardo el viejo reloj entre sus ropas, llevo agua, pan, velas y una frazada. Muy temprano al segundo día marchó. 
Camino por varias horas hasta que dio con la cueva. Miró su reloj iban a dar las tres de la tarde del segundo día. Cuando de manera increíble el encanto de la cueva se hizo presente. Las paredes se abrieron y estarían así hasta las tres de la tarde del día siguiente. Manolo ajustó su reloj cuidadosamente pues de la exactitud del horario dependía ahora su vida. Un segundo más lo mantendría encerrado por siempre. 
-Cuando entres a la cueva, no tomes nada, solo busca el diamante y ponlo al reloj. Regresa sin mirar atrás, yo te estaré esperando hijo mío- Esta fue la única indicación dada por el padre de manolo. 
Manolo entró a la cueva, ahí había de todo, joyas, comida, pinturas, finos relojes, ropas, paisajes y muchas cosas más. Lo que llamo la atención al joven muchacho fue solo una cosa, la más bella de todas, maravillosa e inimaginable. Sentada sobre una banca estaba una hermosa mujer, tenía cabello largo y rizado, sus ojos claros brillaban con la luz del sol, de cuerpo delgado y sumamente atractivo. Sin embargo a pesar de tantas cualidades, ella lloraba. Manolo se acercó, la contempló, sintiendo un nudo en la garganta y su latir acelerado pregunto... 
-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?-
Ella no habló, parecía haber perdido su voz. Con señas reflejaba su angustia y desesperación por salir. Manolo lo notó y supo lo que tenía que hacer, pero antes debería buscar la gema. La tomo de las manos y empezó a buscar. Pero nada lograba encontrar. El tiempo transcurría mucho más rápido adentro de la cueva que afuera, una hora equivalía a un minuto. Entonces solo tenía veinticuatro minutos para salir. 
Faltaban muy pocos minutos., Manolo estaba desesperado, pero también feliz, pues llevaba de la mano a una hermosa mujer, la cual ahora sonreía maravillosamente. Y su risa lo motivaba a seguir buscando., a luchar por cumplir, a ser fuerte y no sentir miedo alguno. De pronto y sin saber por qué., Manolo miró al cuello de la hermosa dama y para su sorpresa ahí estaba el diamante. Colocado en un diminuto collar. Pero el tiempo se acababa, había que actuar rápidamente. Sacando el viejo reloj lo puso en manos de ella y suplicó colocase el diamante al centro. Ella lo miró y acepto. Aquel reloj empezó a caminar de nuevo muy lentamente. El tiempo apremiante los obligó a correr con todas sus fuerzas saliendo casi al momento de cerrarse el encanto. 
Afuera el todo volvió a la normalidad, caminaron silenciosamente, aun había tiempo para hacer entrega del reloj al rey. Manolo llego frente a su padre acompañado de tan hermosa mujer, y éste al ver a su hijo de vuelta lleno de júbilo los recibió. Eran las tres de la tarde del tercer día, del tercer mes. El rey llego puntual. 
-Soy el rey., espero mi reloj funcione- Dijo amablemente a Manolo y a su padre. 
-Pero espero algo mucho más valioso que mi reloj y si lo tienen para mí serán muy bien recompensados.
-Aquí está su reloj majestad, funciona perfectamente- El rey lo tomo en sus manos. Al mismo instante oyó aquella hermosa voz. 
-Papa estoy aquí, de vuelta junto a ti- Atrás del rey estaba ella, más hermosa aún. 
-Perdón papá por desobedecer- El rey abrazo su hija, agradeció a Manolo por haber cumplido cabalmente su trabajo. Y agregó:
-Mi hija, fue presa de la maldad al salir sin mi consentimiento. En aquella cueva encontré éste reloj, le faltaba lo más importante el amor. El amor que como padre no supe respetar, pues no escuche a mi hija y en su angustia fue atraída por el encanto de esa cueva. Ahí la perdí, por no saberla entender. Muchas veces intente rescatarla, pero mis nobles guardias se veían arrasados por la codicia. Y solo una persona de corazón noble podía sacarla de ese encanto- La princesa dio un beso a Manolo, en ese beso se decían muchas cosas. Manolo el relojero lo supo, pues se había enamorado de ella y ella de él. 
-Puedes visitar mi castillo cuando lo desees y como agradecimiento te daré este reloj- Esto fue lo que dijo a Manolo al salir. Ahora el reloj marcaría no sólo el tiempo., sino el inicio de un amor verdadero y la hora exacta de visita a ese amor, que sería a todas horas, pero principalmente a las tres de la tarde.... 

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