miércoles, 11 de mayo de 2016

PEPE

-Grita, pero grita fuerte…Tal vez logre escucharnos-
Dos jóvenes leones se encontraban atrapados y por ser inexpertos aquel día cayeron en aquella trampa. No era cobardía ni temor lo que sentían, la impotencia de verse en ese estado dañaba sus creencias. Como es posible que a un rey de la selva le suceda algo así. Pero la trampa era mortal sino hacían algo. La primera reacción era gritar y enojarse a sí mismos. Los minutos pasaron, la angustia aumentaba. Después vino la culpa, se culparon uno al otro pero no llegaron a los golpes. Eso jamás, un león educado tiene modales. La aceptación vino después, con el hambre sentida en sus entrañas. 
El arrepentimiento jamás lo habían experimentado ¿Y el llanto? Sería lo último por vivir. Sus Fuerzas, sus instintos, poco a poco se perdían. Por fin pensaron en la realidad de la muerte. Eso era lo último que en sus cortas vidas no habían imaginado. Por ser leones creían erróneamente que todo lo sabían, que todo lo podían, que todo era según sus reglas y ahora se daban cuenta que no era así. Por ser jóvenes requerían de orientación, reglas claras y precisas. Por su testarudez esa situación era la consecuencia. 
-Moriremos-
-Yo no quiero morir-
-Pues grita más fuerte-
-Ya hemos gritado mucho-
-Entonces no queda más que hacer, solo esperar-
El hoyo donde cayeron los leones era guarida de un ratón. Pepe, le decían sus amigos. Y Pepe los vio, los escucho, poniendo toda su atención en ellos. Y sin saber por qué decidió ayudar. 
-Amigos leones, he visto su desgracia, su desdicha. ¿Desean salir?-
-Por supuesto- alzó la voz uno de ellos 
-Para poder hacerlo tendrán que quitarse sus máscaras-
-¿Cuales? - exclamó el otro 
-Su ingratitud, su arrogancia y cerrazón-
Pepe habló enérgico y con tal firmeza que los leones guardaron silencio. Pepe era un ratón inteligente, por tanto él sabía qué hacer. Parado en una pequeña piedra exclamó... 
-No griten, no vociferen, no exijan, aprendan a pedir. Humilde es quien sabe aceptar sus errores en la vida. Un corazón puro y amable entre mil voces siempre será escuchado- Pepe habló pidiendo la ayuda necesaria, su voz era clara y firme. 
-Por favor ¡Ayuda! ¿Alguien puede ayudarme?-
Bastaron unos pocos minutos y todos los animalitos cercanos se prestaron a ayudar. Y así los leones estaban en libertad nuevamente. Pepe agradecería aquel noble gesto. Y los leones también. 
Sentada, la madre de los leones los miró, ella presenció todo. Y dijo:
-Pepe, agradezco tu noble gesto y las enseñanzas dadas a mis hijos, por ti ellos viven., jamás lo olvidaré-
Aquel día los leones no volverían a gritar más, pedir ayuda aprendieron y de vez en cuando visitaban a Pepe, para pedir algún consejo...

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