lunes, 7 de marzo de 2016

CONEJITO


Había una vez un conejito simpático y hermoso de orejitas pequeñas y piecitos delicados, sus ojitos expresaban tan especial ternura que el resto de los animales del campo se sentían muy contentos de tenerlo. Vivía bajo un árbol tan grande que sus ramas casi podían tocar el cielo. Por las mañanas salía a correr por el campo, ese era el mayor gusto que tenía. Brincaba, miraba, disfrutaba de todo lo que a su alrededor pocos podían ver. Tenía un don de encontrar la belleza en las cosas más insignificantes, una hojita de trigo, una piedrita del río o un pequeño rayito de sol. El conejito era muy alegre y en ocasiones cantaba o silbaba. Era poco bailador pero si había que bailar lo hacía. No era penoso, era muy cariñoso y compasivo por los demás. Solía ayudar al que lo necesitara. Por las tardes se sentaba a tomar café con los amigos. Y si la reunión lo ameritaba de un vino dulce podía degustar. De corazón grande había sido dotado.,  sus padres lo amaban y le apoyaban. Cuando la noche llegaba se acurrucaba en su cama y se ponía a soñar mirando las estrellas... Era un conejito romántico, apasionado, imaginativo y soñador. Un día corriendo por el campo, a lo lejos vio tal belleza, que detuvo su marcha abruptamente. Era una conejita de orejitas largas que simulaban dos coletas. De suave piel y naricita rosadita. Su figura lo impacto de tal manera que decidió acercarse a ella. Como todo un caballero se presentó y fue recibido de la misma manera. En esa ocasión se la pasaron hablando toda la tarde. Y al llegar la noche hubo que despedirse. Ya camino a su casa bajo el árbol no dejo de pensar ni un segundo en ella. Lo había cautivado., se dijo así mismo., estoy enamorado. Al día siguiente repitió lo mismo del día anterior. Ahora la plática era más profunda. Hablaban de la lluvia, de la primavera, del universo y por supuesto del amor. Los animales del campo los veían, decían que hermosa pareja. Los contemplaban. Y así paso el tiempo. El conejito le había regalado un corazón tallado en madera, y un listón para sus orejitas. También gotas de rocío de la mañana en una botellita de cristal. Y le dijo: toma estas gotas son mágicas cuando sientas que tu corazón esté a punto de perderse úsalas y lo que sientas perdido volverá. La conejita las guardo sin saber el gran regalo que le había dado conejito. Un atardecer como cualquier otro que había quedado de verse se vino una gran tormenta, el conejito como había dado su palabra fue en busca de su gran amor. Ella por la lluvia decidió no ir a su encuentro. El cielo estremecía el campo, la lluvia torrencial no dejaba de caer y el conejito sentadito ahí se pasó la noche esperando, hasta que por sorpresa del destino un gran rayo bajo del cielo y cayendo sobre el árbol, lo partió por la mitad, y el conejito quedo atrapado bajo las ramas, sintiendo perder la vida, pero no sin dejar de pensar en su amada. La cual no había llegado esa noche. Así fue que muy lentamente dejo de latir su débil corazón. Por la mañana los animales lloraban de tristeza ante el asombro de lo sucedido. La noticia corrió y llego a los oídos de la conejita quien corrió a ver a su amado. Al tenerlo cerca no pudo evitar el llanto y la tristeza. El conejito había asistido a la cita. Él no había fayado., Cumplió hasta lo último su promesa.

Los animales callados sorprendidos, lloraban. Fue ahí cuando la conejita recordó el regalo que le diera el conejito. Pensado en las palabras que le dijera, saco de una bolsita la botellita con las gotas de roció y las vertió sobre la boca del conejito. Para sorpresa de todos el conejito despertó lentamente y al abrir sus ojitos pudo ser los de su amada. Que ahí estaba sentada junto a él. Le agradeció lo que había hecho por él y le dijo que la amaría aún más de lo que ya la amaba. Ella con llanto en los ojos, un llanto pero de alegría., le prometió que nunca faltaría a lo que decidieran hacer juntos. Y que si el corría ella lo haría también. Porque lo amaba profundamente...

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