Un
anciano estaba sentado a la orilla del río. Bajo la sombra de un sauce. En una
mano sostenía un diminuto libro y en la otra un frasco con gran cantidad de
piedras pequeñas. Por momentos observaba cada una. Pasando su mirada de un lado
a otro. Así permaneció por largo tiempo. Un joven en la distancia lo miraba
incrédulo. Pues el anciano ni se movía. Los rayos del sol tocaban su rostro, el
aire tibio movía sus cabellos y él permanencia inmóvil. De repente el anciano
cayó al suelo lentamente. El joven al ver esto corrió hacia él. Ya de frente
pudo observarlo. En el pecho colgaba un corazón de oro. Lo vio y entonces
preguntó -señor está usted bien, quiero ayudarle, tome mi mano e intente
levantarse- el anciano sólo se limitó a observarlo, fijando su mirada en el
joven. Dos lágrimas rodaron por sus mejillas y un suspiro ahogado estremeció su
cuerpo. Su voz sonó débilmente y dijo al fin -mira mis manos, mira mi cuerpo,
mírame completo. Aquí veras un pequeño libro, en él he escrito todas las cosas
maravillosas de mi vida. Y en el frasco veras la cantidad de negaciones que di
a mi existencia- el muchacho no lograba comprender aún pero, siguió escuchando.
-En
mi pecho llevo una promesa, la hice a mí mismo, por eso es el corazón de oro-
el joven intrigado entonces pregunto - que desee que haga noble anciano- pero
la tarde caía y no dio tiempo a escuchar esas últimas palabras,
desafortunadamente el anciano había muerto.
El
joven dejo el cuerpo inerte sobre el suelo., tomo el frasco con las piedras, el
corazón de oro y el pequeño libro. Metros adelante leyó:
-hoy
empieza tu vida, escribe en mi tu mas grande anhelo, tus triunfos y virtudes, todos
aquellos sueños que tengas y no dejes página en blanco en mi-
El
joven había llegado entonces hasta un puente, comprendió lo escrito. El anciano
no había anotado nada en el libro, pero si levantado y llevado cada uno de los
obstáculos en su vida. Decidido tiro las piedras al río, colgó el corazón de
oro sobre su cuello, y escribió unas palabras -Amar es vivir y entregaré este
corazón de oro al amor de mi vida- Mirando
hacia las aguas el río, vio entonces con real asombro que la cara del anciano
era la de él. Busco entonces el cuerpo aquel que había abandonado y este había
desaparecido. La tarde caía el joven había aprendido una enseñanza de vida y no
la iba a desaprovechar.
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