domingo, 17 de abril de 2016

Pergamino

Le envié en una botella de cristal., una carta al futuro. Diciendo todo aquello que he imaginado y muchas cosas también vividas en sueños. No reparé en escribir todo. Me expresé simple y fácil. No use tinta., la escribí con lágrimas.De tal manera que lo escrito era invisible para el hombre. Aun así el futuro lo podía leer, por eso no me preocupe. Pero no era llanto de tristeza, al contrario era por la felicidad. Cuando la escribí, use un papel muy fino, un papel no hecho por el ser humano. Era un papel tipo pergamino, tan blanco como las nubes. Muy, muy delgado, pero nada transparente. Es increíble, era tan suave, como la piel. Esa suavidad hacia que se resbalara en mis manos. Así que lo sujete con un diamante púrpura escribiendo sobre él en una mesa de cristal. Para ver lo que escribía era necesario la luz del amanecer, no había otro modo. Y para escribir unas líneas tendría que esperar un día entero. Pero eso no era problema, yo podría esperar el tiempo necesario. Pues necesitaba encontrar la botella adecuada para poder enviar mi carta. No cualquier cristal serviría. Porque al solo contacto con el papel el cristal se oscurecía. Entonces ahí había que tener cuidado. Como encontrar ese cristal, me preguntaba mientras esperaba el amanecer para poder plasmar mi mensaje al futuro. 
Supe de un material con el cual se podía realizar. Pensando en ello me di a la tarea de ir en su búsqueda. Decían que ese cristal era igual a la mirada de una doncella. Ahí entendí que seria un material magnífico. Pues los ojos de una mujer siempre son hermosos y su mirada encantadora. Por fin supe que ese cristal se forma de la combinación de tres elementos. El oro del que sabe escuchar, la flor de la esperanza y rojo de un corazón palpitante. Que asombroso, magnífica combinación. Y para realizar el cristal, la mano de un alma enamorada. 
Sin pensarlo dos veces fui en su búsqueda ya que deseaba escribir con fervor al futuro. Me dirigí a los dominios del presente. Cruzaría cualquier obstáculo, por muy difícil que fuera. Y por las mañanas volvería a escribir. Así paso algo de tiempo. Un día a la orilla de un arroyo majestuoso me detuve a beber un poco de su agua. Use mis manos como recipiente, y cual seria mi sorpresa, ahí adentro del arroyo vi una hermosa joya. No tuve la idea de dejarla y por ello la guarde. Era un collar digno de la realeza. Sin embargo yo no sabía su poder ni su origen. Eso lo descubrí días después. 
Cuando llegue a aquella aldea. La gente me veía un tanto indiferente pero no apartaba su vista de mí. Me senté junto a un pozo. Saque mi pergamino lo mire y dio un resplandor inesperado. Que llamo la atención de los presentes. Un viejo monje fue hasta donde yo estaba y me agradeció la visita. Quede impactado. Y me pregunto sobre mi pergamino y mi presencia ahí. Aquella tarde conté todo al buen monje.También conté mi hallazgo en el río.
Aquella noche descansaría en ese lugar. Fui llevado a una humilde vivienda. Cuando entre me quede impactado, una hermosa mujer salió a recibirme. Ahí vi sus ojos, era lo que buscaba, mi corazón latió fuertemente. 
El monje quedo de verme al día siguiente. Por la mañana me llevo con el jefe de la aldea. Un hombre enfermo de hacía mucho tiempo. Hablamos de todo y nada a la vez. De pronto entro ella, hermosa como la noche anterior. Era la hija de este buen hombre. Se arrodillo en su regazo llorando en silencio. Ahí encontré el corazón y la flor al mismo tiempo. Ya tenía los elementos y ahora que debería de hacer. Vi aquel llanto y pensé en cómo ayudar al noble anciano. Entonces saque la joya y se la entregué. Todos me miraron. Esa joya era la riqueza de la aldea. La cual había sido robada mucho tiempo atrás. Pero había algo más, era la joya que cura el cuerpo y el alma. Sin preguntar más salí de aquel lugar y me detuve de nuevo frente aquel magnífico arroyo. Llevando en mi mente la figura de ella, no sabía su nombre, pero si sabía que estaba enamorado. De pronto sentí una mano sobre mi hombro, era ella. Se acercó lentamente y puso sus labios en mi mejilla. Por segunda vez nos miramos. Fue entonces que conté todo lo que andaba buscando y había encontrado. Tomándome de las dos manos, me llevo hasta una cueva. 
Entramos, los rayos de luz se filtraban por entre las rocas. Llegamos hasta un pequeño arrollo interior. Dentro de él brillaban diminutos cristales. Los dos no habíamos hablado nada desde que dejamos el arroyo. 
Ella con sus manos saco un puño de esa arena y salimos. 
De nueva cuenta estaba en la aldea, frente a un fogón enorme. Increíblemente el padre de ella había sido curado. 
El jefe de la aldea tenía todo preparado para fundir el cristal., ella tomo mis manos junto a las suyas y así ambos pusimos la arena en un extraño recipiente. Para posteriormente crear la botella. Ahora ya tenía el pergamino y la botella y todo lo escrito en el. Y algo mucho más valioso el amor de tan bella dama. 
Con el sol en lo alto lance la botella con el pergamino dentro y lo escrito al futuro. Y tomada de mi mano estaba el amor de mi vida.

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